Antes de que ya sólo podamos usar bufandas, es buen momento para sacar nuestros pañuelos del armario y lucirlos rodeando suavemente nuestro cuello.
Es el accesorio más lucido, el que más favorece a la tez, si se sabe escoger, el que te puede cambiar la expresión e incluso el carácter de un look neutro y totalmente soso. ¿Por qué creeis que las chicas más jóvenes no sueltan el foulard, o pashmina, o palestina, o lo que sea? Pues porque saben que con un vaquero y una camiseta y cambiando la tela que se pongan alrededor del cuello van a parecer otras.
Esta es mi colección de pañuelos grandes. Otro día os enseño los pequeños.
Primero los de raso, porque no me da la nómina para comprármelos de seda de Hermés ¡que si no…!
Los conseguí en la Feria de Valença a 3 leuros cada uno (no me digais que no es una ganga) y como dice mi amiga Chus B «levantan a un muerto»
Los siguientes son dos de raso de Dayaday y dos de gasa de El Corte Inglés:
El asunto se complica cuando los quiero organizar. Los tenía plegaditos en un cajón con una cajita organizadora de tela (de Ikea, por supuesto), pero era un absoluto desparrame levantarlos para escoger el del color «x» y volverlos a dejar en su sitio.
Y resulta que va mi amiga V Cris y me trae esto del Ikea de Madrid:
Os preguntareis ¿qué es? Un botellero, un palomar, una pulsera muy complicada… ¡¡¡NOooooo!!! es un colgador de pañuelos!!!
De cada arandela se cualga uno o varios, quedan bastante a la vista, no pesa, y encima está recubierto de hilo a ganchillo y no engancha nadita.
Se puede dejar en la pared a la vista, pero si odias el polvo se mete en el armario porque también es una percha y no ocupa nada.
Un amor de colgador y de amiga que me quiere mucho y me lo trajo de Madrid.
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