Mi abuela tenía una amiga que había pasado media vida en Filipinas, la llamábamos Doña Manolita- sí, sí como a la de la lotería – era una señora simpatiquísima y muy ocurrente. Le encantaba la bisutería casi tanto como las alhajas y para diferenciar una de otras la llamaba maritatas.
Recuerdo de pequeña un sinfín de cajas de latón con dibujos ingleses y pequeñas joyas falsas que usábamos para jugar y que nos atraían como imanes.
Pues bien, en vista de que vuelve a estar de moda el dorado, he decidido enseñaros mis maritatas en este tono
Mezclado con el verde las botellas el dorado de mis tesoros refulge y atrapa la vista
Me chiflan las gargantillas, cumplen una función primordial para desviar la atención del cuello que normalmente no está como para una inspección minuciosa. Rígidas o flexibles rodean la garganta y la llenan de vida.
Otra de mis debilidades son los brazaletes. Yo creo que debió quedarme una especie de fijación cuando vi Cleopatra y cada vez que me tropiezo con uno es como si estuviera ante una serpiente que me atrae y me atrae.
Hablando de serpientes, mirad como se enrosca a la botella, la archiconocida de Blanco.
Más material: cadenas, bolas, semicírculos, con piedras, con dibujos, lisos…
Aquí la habilidad sin par de nuestra bloguera jefe- leáse Doña Marta – en un collar bicolor que sienta divinamente y hace que una se sienta, como una diva, como debe ser.
Y aquí mi pulsera de los peces. Era de mi madre con lo que le calculo por lo menos setenta años. Los peces están grabados en el interior de la pulsera y da la sensación de que están nadando. Para mí tiene un significado especial y cada vez que me la pongo es una especie de brindis en su recuerdo. Hace muchos años que se fue, pero su imagen perdura joven y guapa en parte prendida a esa pulsera.
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